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un Romeo y una Julieta

26 de julio de 2009


Solía trepar hacia su ventana todas las noches que podía, quería ser su Romeo.
A Julieta siempre le parecían pocas noches, pocos esfuerzos, y no sentía correspondido de igual manera su amor.
Ella ardía en deseos por aquel peculiar Romeo, soñaba todas las noches con él, y al despertar siempre lo tenía presente. Le lloraba, le buscaba, y esperaba, unas veces pacientemente, otras volviéndose loca, a que él pudiese escalar y asomarse a ese cristal que los unía apenas unas horas.

Romeo siempre andaba ocupado, no por ello dejaba de pensar en Julieta. Oh! su bella Julieta siempre. Pero era todo muy complicado. Y cuando por fin, después de miles de esfuerzos subía por esa pared, su niña lo hacía todo demasiado frío, demasiado rápido, y él siempre se preguntaba el por qué.

Era todo tan complicado. Tan estúpido. Cómo un simple cristal podía guardar tanta alegría, tanta esperanza, tanta pasión. Un cristal. Verse las caras. Intentar tocarse sin llegar a sentirse. Sin juntar los cuerpos, pero sintiendo calor.

Subir a la montaña más alta nunca fue fácil.

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